¿Cuántas familias argentinas no tienen una vivienda digna?
Características y magnitudes del déficit habitacional en Argentina
Hola, ¿cómo andan?
En la entrega pasada hablamos sobre la importancia que está tomando la vivienda en alquiler en las centralidades urbanas. Unos días después, me topé con una serie noruega, “The Architect”, que especula sobre un futuro donde la demanda de alquileres “bien ubicados” desborda la cantidad de departamentos disponibles, y deja a gran parte de la población sin posibilidad de acceder a una vivienda digna. La serie especula con las derivas del diseño urbano y la vivienda cuando la ciudad se encuentra saturada. La recomiendo, es cortita, simpática y un poco angustiante (no está en plataformas habituales).
Si la vez pasada pensamos en la vivienda a través del aumento de los hogares que alquilan en las grandes ciudades, hoy vamos a ampliar un poco la mirada. Intentaremos pensar en todas aquellas dimensiones que hacen a una vivienda buena. Esta pregunta la solemos abordar con un indicador que se llama déficit habitacional, y aproxima cuántas familias viven en viviendas inadecuadas.
Me interesa traer este tema por dos cuestiones. En primer lugar, el déficit habitacional es un indicador central para pensar los temas de vivienda, de hecho, ya lo mencionamos en las dos entregas anteriores. Por eso, quería que hiciéramos doble clic en qué significa realmente “una mala vivienda” y cómo podemos medirla acá en Argentina. En segundo lugar, vamos a analizar los datos y pensar qué nos dice el valor del déficit: cuáles son sus causas más comunes en cada territorio, cómo es su trayectoria histórica y qué relación tiene con los ingresos. Ahora sí, arranquemos.
¿Qué condiciones tiene que tener una vivienda adecuada?
Hay muchas cuestiones que se pueden considerar al hablar de una vivienda adecuada: su materialidad, la forma de acceso a servicios básicos, la tenencia de instalaciones básicas, el tamaño de la vivienda en relación a la cantidad de gente que vive ahí, e incluso cuestiones del entorno (que no sea una zona inundable o cercana a un basural) o económicas (que el gasto en vivienda no represente un porcentaje desmedido de tus ingresos).
Dada esta multiplicidad de dimensiones, el valor total del déficit habitacional puede volverse un poco difuso¹. Sin embargo, desde el Centro de Estudios Económicos Urbanos (CEEU-UNSAM), elaboramos un indicador tomando como referencia algunos criterios internacionales (que pueden verse en este artículo del BID y este documento de la CEPAL), pero atendiendo a las particularidades locales. Como proponen las investigadoras Mariana Marcos, Mercedes Di Virgilio y Gabriel Mera.
Analizando esa literatura, lo primero que se advierte es que el déficit habitacional se manifiesta de dos maneras: el déficit cuantitativo, que estima la cantidad de viviendas nuevas que habría que construir; y el déficit cualitativo que indica la cantidad de viviendas que es necesario mejorar, ampliar o refaccionar para que sea adecuada.
Acerca de la idea de déficit cuantitativo hay dos condicionantes:
Hogares que comparten vivienda con otros hogares: se entiende como una persona o un grupo de personas que no comparte gastos con el resto del hogar pero residen en la misma vivienda
Hogares que habitan en viviendas con materiales de muy mala calidad: al ser considerados de baja calidad tanto en pisos como en techos.
En cuanto al déficit cualitativo, lo que marca que una familia resida en una vivienda inadecuada es:
Viviendas con malas instalaciones sanitarias: que no tengan baño con inodoro con descarga de agua o que no tengan agua por cañería dentro de la vivienda.
Viviendas con mala conexión a servicios básicos: que no tengan acceso a la red pública de agua o que el desagüe del inodoro no sea a red pública o a cámara séptica y pozo ciego.
Hogares con hacinamiento: donde viven más de dos personas por habitación.
Viviendas con calidad de materiales deficitaria pero recuperables: con materiales poco resistentes y sólidos en techo y en pisos.
Tomando en cuenta estos factores podemos ver qué está pasando en nuestro país. Según los datos que calculamos desde el CEEU con base en los datos del Censo 2022, los resultados indican que hoy en día 4 de cada 10 familias argentinas viven en hogares no-adecuados. Esto significa casi 6,5 millones de familias y 22 millones de personas.
Una primera conclusión es que la mayoría de hogares requieren algún tipo de mejora o ampliación. Además, si miramos los determinantes del déficit, la mayoría de los hogares en viviendas inadecuadas tienen problemas vinculados a la conexión a servicios básicos. Seguido por problemas de hacinamiento y en menor medida malas instalaciones sanitarias o viviendas en calidad de materiales deficitarios pero recuperables.
En términos espaciales, vemos que el déficit es mayor en el norte del país, especialmente en Santiago del Estero, Chaco y Formosa. Más allá de la distribución a nivel provincial, pudimos ver que los grandes aglomerados suelen tener valores de déficit habitacional más bajos. Por ejemplo, hay una proporción más baja de hogares en viviendas inadecuadas en Córdoba Capital que en el resto de la Provincia. Lo mismo sucede si comparamos Rosario con la Provincia de Santa Fe o Mendoza Capital con la Provincia de Mendoza. La excepción a esta regla es el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) que presenta valores superiores a la Provincia de Buenos Aires (y también muy superiores a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
Otra diferencia que me pareció interesante de este análisis es la de los motivos del déficit. Mientras las periferias y áreas rurales tienen una peor calidad de conexión a servicios, las grandes centralidades tienen mejor cobertura. Sin embargo, en las grandes urbes, aparece muy fuerte el problema del hacinamiento (muchas personas por la cantidad de ambientes del hogar). Puede parecer evidente, pero me pareció algo interesante.
Foto: Gentileza Techo
Comparativas del déficit
Ahora bien, ¿qué significa este nivel de déficit? Comparado con otros países de la región, Argentina parece tener una mejor situación habitacional². Recordemos que nuestro país tiene una baja desigualdad en relación al resto de los países de Latinoamérica y también una gran población urbana, que se estima cerca del 92% (habrá una futura entrega al respecto). Como vimos, la aglomeración de población en ciudades permite reducir el déficit sobre todo si pensamos en la calidad de acceso a servicios públicos.
Si bien históricamente Argentina presenta un bajo nivel de desigualdad, esto se ha visto amenazado en los últimos años. Para analizar esto podemos indagar en la tasa de pobreza, que dice que porcentaje de la población tiene ingresos por debajo de una Canasta Básica. Este indicador, para los principales aglomerados del país, muestra una tendencia en aumento desde el año 2017, que había sido precedido por un estancamiento desde los años 2012 a 2017. Es decir, que hace más de 10 años que la situación viene complicada.
¿Pasa lo mismo con la vivienda? Si bien la forma más desagregada de analizar el estado de la vivienda es mediante el censo, este se realiza cada 10 años, por lo que es difícil ver su evolución en tiempos más cortos. Desde el CEEU, estimamos los valores con la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que hace el INDEC a ciertos hogares con algún grado de representatividad en los principales aglomerados del país.
Lo que vemos es una curva mucho menos popera a la de la tasa de pobreza. Es más estable y, aunque tuvo un aumento durante la pandemia (lógico), muestra una tendencia lenta pero sostenida a la baja. Si replicamos esta metodología para el año 2010, los valores eran del 44%; y si vamos hasta el 2003, del 48%. Es decir, estamos en una dinámica sostenida de muy lenta disminución porcentual del déficit.
Esto también nos recuerda a algo que ya dijimos en .CSV: los tiempos urbanos son otros, no siempre van de la mano de los ciclos económicos. Esto no es algo que suceda en todas las dinámicas territoriales del país: si hacemos doble clic en algunos territorios como Añelo (que es el pueblo más cercano a Vaca Muerta), Ushuaia (que atravesó un boom turístico), o el Barrio Ricciardeli (o Villa 1-11-14) se encuentran situaciones de territorios más “inestables”, con esquemas urbano-productivos más susceptibles a dinámicas externas que modifican la forma de habitar el espacio.
Otro aspecto que surge del análisis es que la dinámica del déficit y la de los ingresos de los hogares van por caminos separados. Si analizamos esta relación a través de los quintiles de ingreso —donde el quintil 1 representa al 20% más pobre, el quintil 2 del 20 al 40%, hasta el quintil 5 que son el 20% más rico—, vemos que el déficit se concentra en los hogares más pobres. Sin embargo, un 16% de los hogares con esta situación pertenecen al 20% más rico de la población, lo que evidencia la desconexión que existe hace años entre ingresos y los costos de acceso o mejora de una vivienda.
Lecturas sobre el déficit
Es importante comprender que la problemática habitacional presenta múltiples situaciones materialidades precarias, hacinamiento, entornos urbanos degradados, ciudades pobres, ciudades ricas, jóvenes de clase media que no pueden independizarse, población con bajos ingresos y más. Esto hace necesario pensar en un conjunto de soluciones. No habrá una única acción, pública o privada, que resuelva el déficit habitacional.
En relación a lo público, la cuestión de los servicios básicos pone de manifiesto las crisis que atraviesan los Estados nacionales y locales para garantizar derechos fundamentales. Hoy, 1 de cada 4 argentinos no tiene acceso seguro a la red de agua o cloacas, ¿qué sensaciones tienen esas personas con el Estado? Frente a esto, el Gobierno Nacional está abandonando el rol activo que había intentado adquirir en los últimos años, dejando la responsabilidad en gobiernos provinciales y locales. Muchos de ellos sin capacidad financiera para afrontar estos desafíos. Un ejemplo es el desmantelamiento de políticas que ayudaban a disminuir y prevenir el déficit como el FISU y el Procrear (dos lugares donde, además, tuve el lujo de trabajar).
Más allá de recuperar esas políticas, es necesario facilitar soluciones que permitan a sectores de la sociedad con cierta capacidad de pago mejorar su situación habitacional, mediante préstamos para la adecuación o la construcción de viviendas nuevas. Pensar esquemas de mayor asequibilidad, que no sean proyectos inmobiliarios hechos por grandes desarrolladoras, hoy en día inaccesibles para la gran mayoría de la población.
Para terminar quería recomendar dos cositas que me gustaron estos días. En primer lugar, el newsletter que escribió mi amiga, Lu Pacheco, sobre espacios vacantes con potencialidad de ser reconvertidos en las ciudades. Súper interesante. También escuché esta charla, medio en las catacumbas, sobre ciudades e imaginarios en un canal de YouTube llamado El Ceibo con Alejandro Csome y Mauricio Corbalan. Muy buena.
Por mi parte, nos estamos leyendo en la próxima. Y si aún no están suscriptos lo pueden hacer acá.
Les mando un saludo,
Seba.